sábado, 13 de noviembre de 2010

Feliz cadena perpetua.

Con 27 años he tenido el privilegio de vivir en 4 países diferentes, no es un gran hito, aunque me siento orgulloso de haber podido conocer a gente de tantos lugares diferentes. Creo que es de ignorantes juzgar o creerse conocedor de un pueblo o cultura, ya que se necesita mucho tiempo de convivencia para conocer a una persona, y no digo cuanto hace falta para entender otra cultura. Por lo tanto cuando me decidí a escribir acerca de los Indios, me di cuenta de que estaba pecando de ignorante, pero como decía un buen maestro de mi infancia: “¡Qué atrevida es la ignorancia!”


Ciertamente no puedo evitar tratar de analizar y compartir lo que he vivido hasta hoy.


Como introducción histórica, sería conveniente hablar un poco de las castas; o más precisamente de las prohibidas castas de la India, ya que aún siendo ilegales están a la orden cada día. En los anuncios de busco pareja del periódico se deja bien claro el apellido, de manera que todos sepan quién eres, y de dónde vienes; el color de tu piel dice mucho también, cuanto más oscuro, más has trabajado al sol… casta más baja. Y así en mil y un aspectos cotidianos.


Hay muchas castas y sub-castas, de las cuales dejo el análisis para los expertos. Yo me centraré en la base, ya que originalmente este sistema empezó como cuatro grupos de orden social, de más importante a menos, la sociedad se dividía en:


1) Líderes políticos y religiosos.

2) Guerreros.

3) Mercaderes

4) Artesanos y sirvientes.


Esta división política favoreció la colonización desde tiempos remotos, con la excepción de los musulmanes, que intentaron eliminar este esquema social sin éxito. Lógicamente en la antigüedad cuando una cultura conquistaba a otra solía ser a través de las armas; tanto mongoles, como persas, como el mismo imperio británico, se vieron envueltos en este sistema de castas, quedando adheridos a los dos grupos superiores. Pensemos en los británicos, tendrían aquí militares y políticos para mantener el orden, y éstos estaban en los dos escalafones más altos de la sociedad. Pero por otro lado, los más poderosos conseguían mantener su status social.


Aún hoy por el hecho de ser extranjero entras a formar parte del juego, aquí se siente esta división que me afecta. Como dos caras de la misma moneda puedo hablar de mi casero y de mi limpiador. Mi casero es un hombre rico en la India, de la casta de lo guerreros, es un religioso Sikh; se comporta de manera honrada y cordial con nosotros, siempre hospitalario y hablador; detesta a los conductores de rickshaw que intentan estafarnos. No tiene que sentir vergüenza de su riqueza como podría sentir un occidental al ver la miseria que resuma de las calles, para él es más simple:


“Dios me ha dado esto, y no necesito más, tengo que conformarme y ser feliz con ello. Si alguien no tiene tanto como yo es porque dios lo ha querido así por algo y tiene que buscar su felicidad con lo que tiene. ¿Para qué quiero invertir, si con esto es suficiente? Puedes tener 10 barras de pan, pero sólo puedes comerte una, por lo que da igual cuanto tengas.”


Mr. Singh es un buen hombre, bastante religioso, y estoy seguro de que da caridad semanalmente. Cuando voy a su casa me trata como a un igual, tanto él como yo estamos a un mismo nivel, no tengo que descalzarme para entrar en su hogar. Cuando me dio su punto de vista acerca de la riqueza pensé, es fácil pensar así teniendo 10 barras de pan, pero ¿qué diría el que tiene 0?


Los sirvientes son diferentes, ellos tienen que dirigirse a nosotros con una deferencia que me resulta, como mínimo, incómoda. Por sus cabezas no entra la posibilidad de acceder a nuestras casas con calzado. Mr. Singh y su esposa tienen varios sirvientes en casa, que trabajan sin descanso por un sueldo mínimo. Esto es la India, y la gente nace con diferentes sinos. Intento entenderles, no los critico ni los apoyo.


Más intrigante es la relación con mi limpiador. Si dijera que es una relación empleado-jefe, mentiría. Quedaría mejor definido como señor-siervo, e incluso me atrevería a decir amo-esclavo. Mi limpiador, nunca se sienta en mi presencia (ni siquiera cuando insisto), no come en mi presencia (aunque sospecho que me sisa algo de comida), y cuando se dirige a mi siempre acaba las frases en Sir. Si me enfado con él, se aterroriza, y si le digo que algo está bien, es la persona más feliz del mundo. Un día trajo un móvil a casa que le había regalado el anterior propietario de mi habitación, al preguntarle por el móvil, me dijo que si yo lo quería el tenía que dármelo, dado que yo era su jefe. En otra ocasión me acompañó a comprar algo; por la calle no cabía en sí de alegría de caminar a mi lado, en varias ocasiones casi lo atropellan porque se ponía delante de los coches para que yo cruzara,… así cada día me sorprende con anécdotas como éstas. Me gusta verlo contento de hacer su trabajo, pero debo cuidarme de decirle que estoy contento con lo que hace, porque para él eso significa que hace demasiado, y pasa de trabajar 4 horas a trabajar 2. Es como si necesitase que le traten un poco a la patada, y leo lo que escribo y sé cómo suena, pero cada vez que hace algo mal y le llamamos la atención limpia todo aquello que siempre le digo limpie y que siempre deja sin limpiar. En cierta manera acepta su vida y es feliz con su media barra de pan, o al menos eso me hace pensar.


Yo no inventé estas reglas, pero me pregunto si esta sociedad es mejor o peor que la nuestra. Por un lado la gente acepta su situación, la gente se contenta con lo que le ha tocado vivir, sonríe, es generosa, no tiende a robar directamente a pesar de la pobreza (aunque intentan estafarte de una manera casi cultural, y la corrupción empaña cada estrato del estado). La gente cree que esta vida es algo momentáneo y que si lo hacen bien se reencarnarán en algo mejor, y si lo hacen extremadamente bien ni siquiera tendrán que preocuparse por este mundo. Ves miseria, ves enfermedad, ves decadencia y suciedad. Pero ves ferviente esperanza, ves sonrisas, hospitalidad y me atrevería a decir que ves felicidad. Sí, la felicidad del que no se compara, sino acepta lo que le toca. ¿No decía alguien que rico no es el que tiene mucho sino el que es feliz con poco? Pues en la india hay gente que parece feliz con casi nada; al menos desde mi edulcorado punto de vista.


Igualmente no paro de pensar y analizar que por otro lado, si todos nos conformamos con lo que tenemos, no tiramos del carro, nadie avanza, aquí la gente flota en su nube de religioso éter. Yo no soy religioso, soy muy racionalista y no puedo evitar pensar que esa hermosa niña que me pide cada mañana en el stop, tiene unos 5 años y su destino está prefijado; da completamente igual cuán inteligente, bonita, simpática o soñadora sea. Su piel y su apellido la condenan a subsistir en algún slung, la condenan a casarse con alguien de su casta y posición, la condenan engendrar hijos que como ella pedirán en algún otro stop. Su piel y su casta la condenan de por vida.


Desde la ignorancia del que lleva en un lugar 7 semanas no puedo evitar sorprenderme de la cantidad de condenas perpetuas que veo cada día, así como del brillo en la mirada de los condenados.



3 comentarios:

ravage dijo...

Chapó por la entrada. A veces parece que no vivimos todos en el mismo planeta. Cuánta diferencia cultural encuentras a poco que salgas del mundo occidental.

Unknown dijo...

Gracias por el comentario, aquí la diferencia cultural es como una bofetada en toda la cara.

Ruymán Rodríguez dijo...

¡Qué bien escribes bribón!